" Hay quien en dar vueltas el el lecho de sus desgracias encuentra la comodidad de su felicidad. ¿porqué obligarlos a levantarse y hacerlos luchar duramente si solo encontraran la incomodidad de ser optimistas? " Selvaluna.

sábado, 25 de mayo de 2013

História de una vida: Límites



 INTRODUCCION


Sí tuviera que elegir una palabra especial para mi sería esta: Límite

Hace muchos años, cuando aun tenia casi todo el libro de mi vida en blanco, escogí esta palabra para describir mis momentos. Siempre aparecía como algo constante para bien y para mal. Me muevo bordeando los límites de caminos que en ocasiones podían quitarme la respiración. Lo más curioso es que se podría pensar que hablo de una vida de deporte de riesgo, o de alguien que tiene una profesión de riesgo. No. mi vida siempre habría sido de lo más mediocre si el destino no me hubiese escogido para experimentar llevarme siempre hasta algún inesperado límite.

Nada, en mi infancia, podía hacerme pensar que pudiese ser objetivo de tal broma del azar. A medida que como niña iba tomando conciencia de mi pertenencia al mundo, adivinaba en mi, cierta predisposición a permanecer como observadora de mis iguales y a cierta reticencia al intentar verme identificada en alguna de mis compañeras de colegio. En mi familia, podía simplemente mantenerme integrada sin llamar excesivamente la atención, y sólo ir nutriendo mi conciencia de que conceptos formarían mi personalidad a través de los adjetivos que oía sobre mi.

No es difícil recordar que contenía el maletín de adjetivos familiares que me acompañaron cuando a los veinte años cambie la compañía de cuatro personas por la de un gato de cola peluda. Quizás, el tiempo haya hecho que las telarañas se mezclen con algún adjetivo pero creo que todavía las bisagras de ese maletín me permitirán ojear el contenido:

De mi padre, me lleve un pergamino lleno de muestras de cariño de esos momentos en que era su niñita inteligente capaz de resolver sus acertijos matemáticos antes que el "tontorrón" del hermano mayor, de esos momentos en que la niñita dedicaba horas a jugar peinando los pelitos rizados que cubrían los pectorales de papa, de esos momentos en que era la bailarina incapaz de permanecer quieta en la mesa cuando sonaba una canción en la radio. Pero también me lleve un pergamino de palizas injustas ante la decepción de que esa niña se convertía en una adolescente, que el hermano "tontorron", presentó como un monstruo de vicio y corrupción. Papa no escuchó, papa no vio, no entendió, solo sentenció y descargó su impotencia durante más de cuatro años que me llevaron al primer límite de mi destino. Y un gato de cola peluda salvó mi respiración.

De mi madre, un pergamino lleno de adjetivos dolorosos para mi. Nunca pude competir con la adoración que ella sentía por su hijo mayor "varón", ni con la gracia y la belleza de la "pequeña". Yo era esa hija mediana a al que en el reparto de virtudes le toco la responsabilidad, la obediencia y la humildad. Todas ellas las gasté durante mis dieciséis primeros años de vida. Después, solo quedaron esos adjetivos que ella se encargo de grabar a fuego en mi alma: la perseveráncia y la convicción la llamó tozudez, la alegría la bautizó como desfachatez y libertinaje, la inteligencia la convirtió en prepotencia y mediocridad, los sueños me los pinto de irresponsabilidad. Decidió que podía ser una mala influencia para su "pequeña" y me mantuvo un año entero en aislamiento total prohibiendo el uso de las palabras conmigo. Un tiempo en que el silencio acompaño las horas y los días del último año que viví bajo su techo, un año en que mi hermana y yo tuvimos que mantener un diálogo silencioso de notas escondidas y citas fuera de ese acogedor hogar. En su pergamino una frase que pronunció ante la impotencia de hacerme ceder: "¡El día que te mueras brindaré con champán!". Creo que aun sigue viva esperando tener ese momento, aunque dice no acordarse de haberlo dicho. En el pergamino de mi maletín, el tiempo no ha borrado su sentencia. Por mucho que busco en ese pergamino, no encuentro más que frustración, desencuentros y  dolor. Cuesta entender porque sigue esa agonizante relación en la que actualmente sus eventuales muestras de respeto y admiración caen en el saco vacío de mis sentimientos, hacia alguien a quien, no olvido, que le debo el  haber nacido.

De mi hermana pequeña, un pergamino donde dejo escrito un tesoro: complicidad, amor, admiración, alegría, unión. Un pergamino que a pesar de años de permanencia en el olvido, resurge con la misma nitidez que cuando se guardo en mi maletín. Guardar durante años este pergamino ha permitido que se aligerase el peso de la carga. Guardar este pergamino nos ha permitido recuperar una relación que recuerda el amanecer renovado después de una dura tormenta. Mi reflejo en su mirada me hace grande.

Sólo queda el pergamino de mi hermano. Es de piedra. Pesa demasiado para estar en una introducción. Es todo un capítulo de Límites.

                                                                                                                      ( continuará...)